¿A qué suena Colombia? A ‘Burundanga’
La canción de N. Hardem y Mismo Perro es una ventana a cómo es vivir en Colombia y en Bogotá. Me adentré en ella hoy 20 de julio.
La canción de N. Hardem y Mismo Perro es una ventana a cómo es vivir en Colombia y en Bogotá. Me adentré en ella hoy 20 de julio.
El 20 de julio suele ser una fecha para celebrar nuestra colombianidad, un día de orgullo patrio, una celebración de nuestra identidad. Ya van más de 200 años de Colombia como un país mayor de edad, aunque yo tengo 26 y no me siento independiente, y Colombia tampoco lo es tanto, creo. En fin, el punto es que hoy desde que desperté he estado pensando en los sonidos de Colombia, cómo la vivo, qué recuerdos me trae. Desde que desperté hoy, he estado escuchado “Burundanga” de N. Hardem y Mismo Perro, una canción que condensa las respuestas a esas preguntas.
“Burundanga” hace parte de Dios Bendiga Este Negocio, un pequeño EP de Hardem y Mismo P: ¿qué es más colombiano que esa esperanza ciega en que un poder superior va a venir a ayudar? DBEN es puro rebusque, aprender a moverse entre el smog y las ratas, hustle bajo perfil porque qué más. Es una declaración de esperanza y una búsqueda de un porvenir mejor, pero, a la vez, es un retrato de esas condiciones en contra que hacen necesaria la fe para levantarse de la cama cada mañana.
Antes de que los MCs escupan en “Burundanga” suena el beat: es como una sinfónica amenazante, cuerdas oscuras, belleza sucia. Suena a frío, al centro de Bogotá a las 9 PM, a caminar por la 19 con el ceño fruncido y el paso firme: el que se relaja pierde. El beat suena antiguo y vigente a la vez, así como los problemas que arrastra Colombia hace dos siglos que nos siguen abofeteando en 2020. No hay baterías: primero solo están el sample y tú, una danza peligrosa, pero inevitable, como el oscuro presagio que parecen comunicar las voces del coro. Así se siente el video de “Burundanga”, dirigido por Doomingo; las primeras tomas son del centro bogotano: la iglesia de Egipto, un carro que pasa despacito por una calle antigua, un hombre que alista unos ornamentos.
El primero en rapear es N. Hardem, con clase y lujo desde la iglesia de Egipto: Beso el anillo / Visualizo el guiso de calamar. Y luego llega la condena: Tranquilo, fideicomiso e’ pillos en Panamá / Unos pocos pagan cana, otros seguimos pagando el canal / Con la palangana en el platanal. Vivir en Colombia es vivir en un país en el que la élite política y económica trata al resto de ciudadanos como obstáculos en su misión de enriquecerse. Esta sensación solo se ha incrementado durante el gobierno de Duque. En el video, esta condena viene con la imagen de un hombre que sale de su casa, con su tapabocas, a buscar los pesos que salven el día y calmen el hambre. Toca improvisar. Colombia te desarma los planes cada día, incluso los más sencillos: Parecía que era sencillo, estaba escrito en el manual / Con este se pega, ¿pero se pasa con cuál?
Colombia y Bogotá te ponen a prueba cada día, vivir acá es una carrera de obstáculos y de resistencia. No hay jogo bonito en el Transmilenio. Los golpes llegan, intenta esquivarlos o levántate tras su impacto. En la trampa, pueden venir de cualquier lado. Quiere jugar sin ensuciarse en el Maracaná /Sobresale de la maleta la culata / Igual caleta la mulata / Keep cool, mothafucka, Hakuna Matata.
Y aun así seguimos, Dios nos bendiga. Aprendemos las mañas y los atajos, por qué calle no coger o cuándo camuflarnos. Lo dice Mismo Perro: Yo soy hijo de estas canchas corriéndolas por lo ancho / Si me embarro es porque engancho / Esa ropa sucia la lavo en casa y afuera plancho. Mientras la estrofa de Hardem describe el campo de juego desbalanceado e injusto, la del Mismo P muestra cómo moverse en él. Es agnóstico y sus rimas muestran callos, cicatrices que son lecciones: Ya no son penas ni son arrugas / Dios ya no está en las iglesias, no importa si tu madrugas / Muchos llegaron antes y en ayunas. Ah, sí, pero igual buscamos a Dios y le pedimos ayuda. ¿Qué más queda?
Los sospechosos son los de siempre en este 20 de julio y en “Burundanga”: Por esta acera: celestinas, justos, Álvaros. Dios no responde, entonces, y cuando pedimos ayuda a los buenos, ¿qué pasa? Llegan más golpes y asaltos, y lo peor es que la culpa es nuestra. Bogotá y Colombia te darán un puño en la cara y te demandarán porque les duelen los nudillos. Lo dice mejor Mismo P que yo: No te conté por qué y no contaba con tu astucia / Te presté el chaleco y me dejaste la camisa sucia / Amarillo manchado de Prusia / Con las huellas dactilares de la mano que me acusa. O dicho de otra forma: “el pobre es pobre porque quiere”, “no estaría recogiendo café”, “la culpa es de la gente”, “es por su bien”.
Sería bueno, en este día de orgullo patrio, acabar con un mensaje de ánimo. No hay tal. El paseo millonario te espera en cualquier noche o esquina: Blancas pumas basket / Lluvia con nieve / Burundanga en un taxi, advierte Hardem. Como muestra el protagonista del video, no hay salida, pero quizás volver a casa y rezar otra vez, elevar una plegaria, nos consuele un rato más. Dios bendiga a Colombia hoy 20 de julio.