Kendrick Lamar apuesta por lo local en 'GNX'
El rapero de Compton, Los Ángeles, cierra un año perfecto con un nuevo álbum, que muestra su lado más ligero y un propósito renovado.
La Serie Mundial de las Ligas Mayores de béisbol empezó con música en octubre de este año. Los Ángeles Dodgers recibían a los Yankees de Nueva York, y antes del partido la mariachi mexicana Deyra Barrera salió al diamante y cantó. Cantó por la memoria de su amigo Fernando “El Toro” Valenzuela, el pitcher mexicano que era tan solo un novato cuando con su zurda y sus tirabuzones impredecibles lideró a los Dodgers al título del 81, precisamente contra los Yankees. Cantó Barrera y los angelinos recordaron los años de la Fernandomanía: durante los 80, Valenzuela se erigió como un ícono cultural de una ciudad diversa, tan latina como negra o asiática, una ciudad que durante la Fiebre del Oro del siglo XIX surgió como una promesa en el horizonte. Los Ángeles es una ciudad de migrantes como Barrera y Valenzuela. Allí los sueños no parecen tan lejanos. Si tienes suerte puedes incluso rozarlos con tus dedos.
Kendrick Lamar estaba en el Dodger Stadium para ese primer partido. Escuchó el canto de Barrera y vio a los Dodgers imponerse sobre los Yankees, el primero de los cuatro juegos que ganarían para llevarse el título. La voz de la mariachi lo impresionó, tanto que la invitó a su nuevo álbum, publicado sin previo aviso el 22 de noviembre: GNX. Es el nombre del Buick clásico del 87 en el que su padre, otro migrante que en los 80 abandonó la violencia del lado sur de Chicago y apostó por Compton, Los Ángeles, como hogar para su familia, lo llevó de vuelta a casa luego de su nacimiento.
La voz de Barrera, rotunda y desgarradora, es lo primero que escuchamos en GNX. Entra y sale a lo largo de las doce canciones, lo enmarca. Es el primer signo de muchos: GNX es el disco más angelino y más californiano de toda la carrera de Kendrick Lamar, un homenaje a su ciudad, a su estado, a su gente y a sus calles.
A finales del 2023 J. Cole sugirió que Kendrick, Drake y él hacían parte un de Big Three que encabezaba el rap, y eso era algo que Kendrick no podía tolerar. Su indignación es palpable en “Like That”, un tema de Future donde niega que haya un Big Three: todo el podio es para él. Drake respondió a la pulla y así inició una de las batallas más grandes de la historia del rap, que acabó con Kendrick como ganador unánime. El golpe final de su victoria quirúrgica y despiadada fue “Not Like Us”, que se apoyó en el sonido de California, y en la noción colectiva de un gran “nosotros” auténtico. Ya no se trataba de quién rapeaba mejor, sino de que Drake adolecía de toda esa herencia cultural de la que Kendrick presumía con orgullo. Vinieron récords, conciertos repletos, nominaciones. GNX es la vuelta olímpica que corona a Kendrick, de 37 años, como el rapero más grande del mundo, y a su 2024 como uno de los mejores años que un rapero haya tenido alguna vez.
“Alright”, de su álbum de 2015 To Pimp A Butterfly, se convirtió en el himno de las protestas de Black Lives Matter y Kendrick pasó a ser considerado como un gran líder, conectado con lo divino y con el poder de crear himnos revolucionarios: contra la violencia policial, contra el racismo, contra todas la opresión que todavía sufre la población afroamericana. Él empezó a rechazar esas expectativas en DAMN. y, sobre todo, cinco años más tarde en Mr. Morale & The Big Steppers, de 2022: no era el salvador de nadie, primero se tenía que salvar a él mismo. “Maybe it's time to break it off / Run away from the culture to follow my heart”, aventuró en “Mirror”, el cierre de un álbum insular que es una gran sesión de terapia, tan íntimo que a veces incomoda, como si espiáramos una conversación privada.
Parece que la competencia con Drake reavivó un fuego al interior de Kendrick que lo acerca a esa corona de espinas y esa superioridad moral que antes había rechazado. No puede evitar ciertos comportamientos mesiánicos: “Watch The Party Die”, la canción que lanzó en septiembre vía Instagram, equivale a la expulsión de los mercaderes del templo: Kendrick desea un hip-hop puro, incluso si se necesita un violento diluvio universal que arrase con sus pecados y le permita empezar de nuevo.
“wacced out murals”, la apertura de GNX, mantiene esta energía. “Fuck your hip-hop, I watched the party just die”, rapea Kendrick mientras maneja su propio GNX escuchando Anita Baker y masticando su resentimiento contra media industria (industria que él encabeza, claro): “I'll kill 'em all before I let 'em kill my joy / I done been through it all, what you endure? / It used to be fuck that nigga, but now it's plural / Fuck everybody, that's on my body”. La terapia no calmó su sed de venganza ante insultos reales o imaginarios, pero Michael Jordan sabía que los insultos imaginarios igual funcionaban como gasolina. Kendrick reparte parejo y de las esquirlas no se salvan ni sus principales referentes, como Lil Wayne y Snoop Dogg. Les habla de tú a tú porque, como afirma en “man at the garden”, lo merece todo, incluído el título del más grande de todos los tiempos, la proverbial cabra.
Rapero que se respete dice que es el mejor y se lo cree, y no es la primera vez que Kendrick se presenta como el GOAT, pero el contexto de GNX le da un ángulo distinto al argumento. Si Drake es uno de los más grandes es porque ha sabido diluir las barreras geográficas: desde Toronto ha bebido de los manantiales de Houston y de Atlanta, de Kingston y de Londres, de donde sea, para amalgamar esas influencias y crear un sonido caleidoscópico que lo llevó a ser la principal fuerza comercial del rap por más de una década, un dominio inaudito. En GNX, Kendrick insiste en el argumento de “Not Like Us”: no borra ninguna frontera, sino que la enfatiza. Es el más grande porque no se trata de él ni de sus habilidades, sino de su territorio y sus valores, y cómo los representa.
Kendrick nada con fluidez y precisión técnica deslumbrante entre los estilos del rap californiano de ayer y de hoy. Mr. Morale ya ofrecía algunas pruebas del progreso estilístico que Kendrick había logrado junto a su primo menor Baby Keem en temas como “The Hillbillies”, pero el sonido hyphy de GNX es la vitrina en la que exhibe los ritmos y formas que van más allá de las influencias clásicas de Too Short, DJ Quick o Kurupt. Es evidente que Kendrick escucha el rap callejero de su ciudad; “hey now” y “pekaboo” casi que pueden leerse como homenajes a los flows nerviosos y susurrados de Drakeo the Ruler, rapero angelino asesinado en 2022 y líder de una escena masiva. Kendrick no lo menciona, pero la lista de colaboraciones es una admisión del impacto de los nuevos talentos en su nuevo estilo: Lefty Gunplay, AzChike, Dody 6, YoungThreat, Hitta J3, Peysoh, Wallie The Sensei le dan esa textura local, auténtica, a GNX. Son ellos los que lo inspiran, los que reinventan la tradición para que siga viva.
Es verdad, como han pregonado los profetas del apocalipsis, que el rap ya no es tan poderoso comercialmente como hace una década. También es verdad que no hay nuevas estrellas del tamaño al que estábamos acostumbrados. Lo que vive hoy el rap en Estados Unidos es un auge regional, en el que cada estado o ciudad tiene su sonido, sus figuras, su mundo. Si según “Not Like Us” Drake no tenía raíces sólidas y debía tomar prestados los colores de otras escenas para pintar su cuadro, Kendrick muestra las suyas en GNX con temas que rebotan como un low rider en un día soleado.
Kendrick nunca ha rapeado mejor que en este modo híper específico, híper regional, un atleta de alto rendimiento que tiene todos los flows, todos los registros. En un momento se compara con otro héroe de Los Ángeles, Kobe Bryant, y a mí me recuerda al Kobe que lideró a los Lakers al campeonato en 2009 y 2010: dueño del juego, de todos sus recursos, con la experiencia y la habilidad como ingredientes de la receta ganadora. Pero no solo rapea perfecto y GNX no solo suena como una fiesta imperdible, sino que estilo y sonido se juntan para reivindicar al rap angelino y californiano. Ante la globalización del rap, Kendrick defiende lo local por encima de todo.
DJ Mustard, responsable de la potencia de “Not Like Us”, se encarga del minimalismo amenazante de “hey now” y la bomba nuclear que es “tv off”. El resto de la producción corre a cargo de Sounwave —arquitecto del sonido de Kendrick desde su debut— y Jack Antonoff, productor de estrellas pop como Taylor Swift y Sabrina Carpenter: de ahí que GNX suene agresivo y brillante al mismo tiempo. Los sintetizadores de “wacced out murals” son pura Costa Oeste; “squabble up” guarda el freestyle que tanto les gusta a los latinos de Los Ángeles; “reincarnated” es un homenaje directo a 2Pac, su cadencia y su registro, a partir del sample de una de las últimas canciones que grabó antes de ser asesinado: “Made Niggaz”.
Kendrick era un niño cuando 2Pac y Dr. Dre grabaron el video de “California Love” en Compton. Él estuvo ahí, observando desde lejos, absorbiendo todo lo que podía. Desde entonces la figura de 2Pac ha sido quizás su influencia principal: lo invoca y conversa con él al final de To Pimp a Butterfly —que iba a llamarse To Pimp a Caterpillar, o sea TPAC—, como si recibiera su testigo para representar la Costa Oeste y dar luchas más grandes que la música. Kendrick explora sus vidas pasadas en “reincarnated”: un guitarrista de R&B que se hizo rico y una cantante de soul de voz angelical que murió con jeringas en sus brazos. Él es su reencarnación, incluso la de 2Pac, sugiere con el sample. Ningún artista negro está solo, argumenta Ta-Nehisi Coa: para bien o para mal, representan a su comunidad. Por eso lsus ansiedades y aspiraciones los preceden. Kendrick acepta esa herencia y busca elevarla, según rapea en “reincarnated”. De nuevo: no es el mejor por sí mismo, sino porque carga la memoria de otros artistas negros que como él han enfrentado tentaciones, adicciones, egos desmesurados y han volcado ese dolor, el dolor de todo un pueblo, en sus canciones.
GNX es el primer disco de Kendrick publicado por su compañía pgLang, luego de haber pasado toda su carrera con Top Dawg Entertainment. Esta compañía es la plataforma desde la que podrá explorar el resto de sus metas —“Now it's about Kendrick, I wanna evolve, place my skillset as a Black exec’”, admite en “heart pt. 6”— y también un nuevo inicio.
GNX no es un nuevo inicio por resolver las tensiones, antiguas y recientes, de Kendrick. Es tan ágil como meditabundo, tan divertido como vengativo. Más bien, el álbum las enmarca en un nuevo contexto. Sigue sin poder evitar esos gestos mesiánicos como la conversación que tiene con Dios al final de “reincarnated”, un gesto pesado que le quita la ligereza a un disco que es bueno precisamente por esa cualidad. Pero Kendrick no sería Kendrick si no lo hiciera, incluso en su disco más corto y el primero que no está atado a ningún marco conceptual. Tampoco sería Kendrick si no acabara con una canción como “gloria”, que aborda una relación tóxica con una mujer que, lo sabemos al final, es su lapicero; la revelación —mucho mejor ejecutada en “DUCKWORTH.”, el cierre de DAMN.— desinfla el resto del cuento, como si Hemingway mostrara absolutamente todo el iceberg. Kendrick no sería Kendrick, insisto, sin ese exceso, sin esa búsqueda de grandiosos trucos narrativos a los que a veces se les ven las costuras.
Pero estas tensiones sin resolver no son solo suyas. Como sugiere en “reincarnated”, las ha heredado. Una vez más se presenta como una figura que representa a toda una cultura, a pesar de lo que juró en Mr. Morale. Y al establecer este diálogo con el linaje del rap de California, no solo gana por sus temazos, sino por lo mismo que estos celebran: una comunidad, algo más grande que él mismo.
Muy bueno Santiago! Resumes conciso y preciso toda una carrera, un aplauso