Madvillainy: los villanos del hip-hop
El álbum de Madlib y MF DOOM, un clásico que coombina caricaturas, beats polvorientos y rapeos sofisticados y graciosos, cumple quince años.
En 2002, Madlib parecía no estar interesado en el rap, con su atención centrada en proyectos que tendían hacia el jazz. Esto era un problema para Stones Throw, su sello, que dependía en gran parte de su producción artística para sobrevivir. Madlib ya había publicado trabajos de rap geniales como Soundpieces: Da Antidote, con su grupo Lootpack, y The Unseen, bajo el alter ego de Quasimoto. Pero en ese momento, solo estaría dispuesto a trabajar con algunos raperos, entre ellos MF DOOM, y así se lo comunicó a Stones Throw.
El de la máscara ya había publicado su debut como solista Operation: Doomsday, en 1999. Egon, manager de Stones Throw, tenía un amigo que vivía en Georgia quien le contó que DOOM vivía cerca a él, y así llegó a las manos de DOOM un paquete de beats de Madlib, con la esperanza de que reunirlos traería a Madlib de vuelta al hip hop. DOOM, quien no conocía la música de Madlib, quedó impresionado, y Stones Throw rápidamente le reservó un vuelo a Los Ángeles para que ambas figuras empezaran a trabajar.
Las bases de Madlib y los rapeos de DOOM formaron el grupo Madvillain ¿El resultado final? Madvillainy, uno de los álbumes más importantes de la historia del rap. Su proceso se retrasó cuando alguien robó una edición de un demo del proyecto en un viaje de Madlib a Brasil y lo filtró en internet. Aunque lo dudaron, ambos artistas le hicieron ajustes al álbum y lo publicaron el 23 de marzo, por lo que hace poco cumplió 15 años de vida. Sobre samples de jazz, música brasilera y más beats añejos llenos de polvo y bajos característicos de Madlib, DOOM profundizó su identificación con un súper villano caricaturesco, y dejó una senda de versos excelentes llenos de rimas internas, juegos de palabras que pocos raperos podrían alcanzar y un estilo único que lo consolidó como uno de los reyes del underground.
El álbum, que también puede entenderse como un cómic sonoro, es a la vez explícito y codificado. Es explícito en su enunciación de la temática de dos súper villanos que se juntan para causar destrucción masiva. “Madvillain no tenían ética. Dos figuras históricas, bandoleros, un par de muchachos agradables que resultaron al margen de la ley. Poseían habilidades superiores. Madvillain, más precisamente, el lado oscuro de nuestros seres. Por esta conexión es que las audiencias pueden relacionar sus vivencias con las fechorías de estos villanos” reza el intro “The Illest Villains” entre samples de Frankenstein. Ahora, el desarrollo de esa premisa inicial no es fácil de digerir: el quehacer villano y criminal no es evidente, hay que buscarlo en los resquicios de las rimas siempre oscuras de DOOM.
Sin coros ni estribillos, Madvillainy es puro rap dividido en canciones cortas, la mayoría de menos de tres minutos; como viñetas de cómic que van pasando rápidamente — con transiciones bien logradas que hacen que todas las canciones se sientan una — mientras cuentan una historia, o como una lluvia de ideas en las que estas se reducen a su esencia.
El disco empieza con dos bombazos. Primero, “Accordion”: sobre un sample melancólico de acordeón de “Experience” de Daedalus, DOOM empieza a quemar municiones. En uno de sus primeros rapeos del disco reflexiona sobre la finitud de la vida a la vez que presume sus habilidades y admite su afinidad por las caricaturas. Mientras la canción avanza, se pone más pesimista, se aleja de la pretensión de joyas y extravagancia, y admite que la mitad de sus amigos lo matarían por la mitad de su plata mientras que otros son ricos y no les importa ¿Y él? Una mezcla del que mataría y del rico, bañado en alcohol.
Sigue “Meat Grinder”, que anuncia su psicodelia desde que samplea al inicio a Frank Zappa y luego a Hula Rock”, de Lew Howard & The All Stars. El beat es oscuro y lento, como para contar una historia rara, y eso es lo que hace DOOM. Incluso cuando cuenta una historia, no la entrega masticada, se come toda la estructura gramatical; en todo caso, se entiende: DOOM, un proxeneta armado con los mejores flows, se termina enamorando de una stripper menor de edad llamada China, que bailaba lento y falsificaba firmas para obtener drogas de prescripción; más adelante, cuenta que, aunque China es medio esquizofrénica, tiene un gran par de tetas. Son estas historias, graciosas y oscuras, las que refuerzan su papel de súper villano.
Aunque las historias que cuenta no tienen introducción, nudo y desenlace al estilo de, por ejemplo, Slick Rick, sí se logran dilucidar las ideas que va pintando sobre el lienzo de Madlib. Otro ejemplo de su habilidad para contar cuentos es “Operation Lifesaver”, en la que narra una cita con una mujer hermosa con mal aliento, a la que trata de ayudar dándole mentas, todo esto narrado de forma profundamente cómica, sobre uno de los beats más contemplativos e introspectivos del disco. Asimismo, en “Strange Ways”, un verso critica a la policía y se pregunta quiénes son los verdaderos criminales si la policía evita que la gente del barrio pueda ganarse el pan, y el segundo verso hace un agudo análisis a la guerra, sus motivaciones religiosas, y la desigualdad en la que tiene lugar.
Pero probablemente la mejor historia que cuenta DOOM en todo el disco es la de “Fancy Clown”. Sobre un beat magnífico de Madlib que incluye samples vocales de “That Ain’t the Way You Make Love” de Z.Z. Hill que le dan profundidad y calidez a la instrumental, DOOM rapea como Viktor Vaughn, uno de sus alter egos. Le reclama a su mujer por serle infiel con DOOM. Pocos cuentan historias así en el rap.
El ritmo dinámico al que avanza el disco permite apreciar toda la diversidad de estilos de beats de Madlib y de flows de DOOM. Ambos son heterodoxos, desafían la forma en que suele sonar un beat y un rapeo: son impredecibles. No hay forma de saber qué dirección van a tomar en el segundo siguiente, lo que hace que la experiencia de escuchar el disco sea emocionante. Este eclecticismo caótico hace que el disco se sienta como un zigzag constante, nunca lineal. Sus letras son de asociación libre, una ráfaga de imágenes, metáforas y amenazas que oscilan entre lo real y lo absurdo, siempre con un toque de humor balanceado con un toque oscuro que evita que el proyecto pierda seriedad y contundencia.
Todo este talento de DOOM brilla en “Figaro”, quizás la mejor canción del disco. Un sample de cuerdas de “In The Beggining” de Lonnie Smith saca el lado más agresivo de DOOM, quien en este tema escupe uno de sus mejores rapeos, tanto por lo que dice como por la forma en que estructura las rimas; hay, incluso, videos en YouTube dedicados a ilustrar la estructura de rimas de esta canción.
Lo que más destaca de las rimas de DOOM son todos los recursos literarios que utiliza, demostrando un manejo supremo de su idioma, orgulloso de sus habilidades y de encontrar distintas formas de rimar palabras; es un estilo denso, uno puede perderse horas estudiando las letras, que recompensan al oyente juicioso que las examina con atención. No fue sino hasta hace poco que me di cuenta de todas las referencias bíblicas que hay en el disco, detalles pequeños que van sumando a su encanto general.
En general, Madvillainy fue un disco muy rapero a la vez que retaba las convenciones del rap, las reconoce para luego criticarlas. Por eso escuchar Madvillainy es presenciar a dos grandes artistas explorando el límite del hip hop, definiendo y consolidando sus colores y estilos. Es presenciar cómo se burla de sí mismo al ir armado y a la vez predicar contra la violencia en “Raid”; como admite que es feo pero pide que lo llamen Majestad y escriban su nombre en mayúsculas, en “All Caps”; como canta y entona, en “Rainbows”; como presume, en “Americas Most Blunted”, de armar los mejores porros para lidiar con el estrés; como añade más anécdotas a su personaje de villano, en “Rhinestone Cowboy”, al explicar que se pone literalmente en los zapatos de los demás porque se los roba, al igual que a sus mujeres. Madvillainy también es apreciar el talento de Madlib para juntar su interés por el rap y por el jazz, por ejemplo, en “Shadows of Tomorrow”, un homenaje a una de sus grandes influencias, Sun Ra.
No es difícil rastrear el legado de Madvillainy, aparte de que salvó las finanzas de Stones Throw y catapultó a Madlib y DOOM al cénit del rap. Grupos como Odd Future, sobre todo Tyler, The Creator y Earl Sweatshirt. En la escena más underground, alguien como MIKE también hace parte de este linaje. Incluso artistas de fuera del rap, como Thom Yorke, de Radiohead, han manifestado su pasión por este disco. Es un álbum clásico, que se adelantó a su tiempo y aún hoy sigue haciendo que mi cerebro explote cada vez que lo oigo.
Los protagonistas recuerdan las sesiones de grabación como un ejercicio de telepatía. Aunque estaban en la misma casa, casi no hablaban. Madlib le daba beats a DOOM, y este subía al balcón a fumar marihuana y tomarse unas cervezas y a escribir lo primero que le llegara a la mente; el proceso fue rápido, orgánico, fruto de una química que no se puede forzar, como queda demostrado en todas las canciones, que parecen hechas por dos amigos que se conocían hace décadas. También hay recuerdos de viajes psicodélicos provocados por hongos, y de comida thai. Todo esto agrega a la leyenda de Madvillainy, y nos deja esperando más beats que reten las nociones de ritmo y de rapeos que transformen cadencias y muestren, con suma inteligencia, las posibilidades ilimitadas que hay a la hora de rapear. Los beats de Madlib acá son geniales, y quiero enfatizarlo antes de que este texto acabe. Los adjetivos no alcanzan, pero todos transmiten un sentimiento profundo, establecen una conexión emocional, cuentan una historia aún sin las rimas. En fin, me despido, debo limpiar mis sesos del teclado.
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