Mir Nicolás y Nico Miseria rompen el océano en 2017
Siete años más tarde, el argentino y el español se reencontraron en Barcelona e hicieron un disco en el que sus estilos opuestos brillan en conjunto.
Este es el registro de un regreso al inicio. “Todo a mi favor cuando Nico volvió después de siete años / Él me rescató, let's go / Nunca le bajé desde que la ganga se formó / Y bajo la piel tengo escamas de otro color”, dice el rapero español Nico Miseria en “Independiente”. Fue en 2017 cuando el argentino Mir Nicolás viajó a España y los dos Nicos se conocieron. Miseria todavía vivía en Almansa, un pueblo de Albacete, en Castilla-La Mancha. Hasta allí llegó Mir. Así se materializó esa amistad que intuían en lo virtual y surgieron las primeras colaboraciones: “Matrix”, “Instinto”, “The Neighbors”. Mir volvió a España en el verano de 2024, y en la casa de Miseria en Barcelona recordaron el punto de partida: 2017, su disco colaborativo, es el retrato de dos amigos que vuelven a estar juntos después de más de un lustro. Recuerdan todo lo que ha pasado desde la última vez y redefinen su rumbo, un compromiso del uno con el otro hasta la próxima.
Nico Miseria y Mir Nicolás se han consolidado como dos de los mejores raperos de su lengua durante los siete años que pasaron entre ambos encuentros: tanto YO NO SOY YO, del español, como SP.I, del argentino, destacaron en el 2024 por la forma en que han pulido sus universos y las formas de narrarlos. 2017 los encuentra a ambos en la cima de su potencial, y el contraste entre ambos enfoques enriquece el proyecto. La poesía de Nico Miseria es profunda. En un disco que desde el título ya interroga el tiempo y sus efectos, las posibilidades que florecen con él y las puertas que se cierran con su paso, en “Eduardo” —Allan Parrish es el responsable de un loop diáfano, pianos sutiles y un canto que es casi zumbido— Miseria alterna una mirada panorámica y un enfoque microscópico para dar cuenta de lo que cada hoja del calendario le quita y le da, su lugar en esa vorágine. “Las palabras no son capaces de expresarlo por completo / Soy lo que las abuelas cuentan a sus nietos / No puedo ser rey en el mundo de los hombres / Pero cuando muera en sus bocas encontrarás mi nombre”.
Al año siguiente de su encuentro con Mir Nicolás, Nico Miseria dejó Almansa y se mudó a Barcelona: “una tumba muy cara”, dice en “Eduardo”. De esa decisión brotaron frutos dulces que hoy disfruta, pero en 2017 también revisa sus costos ocultos. “Dile a mi padre que me voy del pueblo para poder hacerlo”, rapea sobre los pianos de “2017”, cortesía de Shar. “Otra vez me siento culpable / Viendo a los porteros de la Apolo más que a mi madre”, rapea en “Internacional”; Shar dispone un viento relajante y sereno sobre el que ambos pueden escupir sus verdades. A pesar de todo, con cada amanecer Miseria se levanta y sigue: “Dentro del sistema, pago el alquiler con poemas / Mi foto en la diana pero sigo ahí fuera”. Cada escritor define su mundo, y en el de Nico Miseria la sencillez es una virtud mayor. No hay otro como él, cada rima es como un susurro limpio del que se pueden beber múltiples significados en cada lectura.
“Intratable”, el cierre del disco, nos trae una secuencia conmovedora sobre un beat de Solvas cuyo sample vocal es igualmente emocionante: “Pido perdón a mis amigos verdaderos / Tuve que marcharme del pueblo en busca de un Nico nuevo / Tuve que dejar los trabajos que me dieron / Para ser sincero, no me arrepiento / Me encanta este dinero / Los que se acuerdan del principio saben lo que vieron / No hay nada seguro en esta vida, pero apuesto todo / No tengo miedo de mi lado oscuro”. De las cualidades más interesantes de Nico Miseria es su disposición a sangrar en público, y, a partir de ese dolor, salir triunfante y digno. 2017 es una conversación con Mir Nicolás y, a través de él, con todos los amigos a los que tiene tanto por contarles. Escucha la voz de Dios en su interior y la canaliza.
En el polo opuesto —y con un Polo puesto, ¿por qué no?— está Mir Nicolás, que contrabandea significados opacos entre estructuras complejas y rimas multisilábicas con las que alardea de su destreza técnica. Mi favorita llega en “Iconoclasta”: “Me atrevo, pero no me la creo / Nico Mir habla creol / Venecos dicen que lo mío es lacreo”. Analizarlo se parece, por momentos, a exprimir piedras, pero ahí están dispuestas ante el oído atento sus historias de persistencia y pasión (“Con esta shit casado, pueden tirar olivos”, promete en “Eduardo”). En “Internacional” sugiere un roce con la muerte, e insiste en “Independiente”: “Yo me la estoy jugando a todo o nada”. En “Internacional” destaca que no solo se pasó el juego, sino que lo hizo a pesar de todas las deudas. Incluso pinta viñetas de su barrio, de los que representa en cada viaje: “Mataron a Alexis desde un C3 Citroën / Por él la llevo colgando a Spain y en países limítrofes” cuenta en “Iconoclasta”. En resumen, afirma en “Intratable”: “Antes de ser quien soy viví cien combates”.
Estuve en París con mi novia en noviembre del año pasado y una noche entramos a un cine del barrio latino a ver Una canta, la otra no de Agnès Varda. Sin subtítulos, el sentido de las palabras era lejano, pero las texturas, los ambientes, también hablaban. El sentimiento iba más allá del idioma. Mir Nicolás rapea en español, pero a veces no tengo ni puta idea de qué habla. Es una chimba escudriñar secuencias como esta de “Eduardo”: “Pa' mis perros Eukanuba / Te dan una tunda o una turra / Chocolate como un Oompa-Loompa / Nicolás solo busca lucas / Mirando de lejos llevo a un par a upa Voy para el frente, no dejo lugar a dudas”. Y es chimba por su sonoridad, por los retos semánticos, por lo bien que fluye el hijo prodigio de Pablo Podestá, ese barrio chico, infierno grande. Pienso también en lo que pasa cuando uno escucha una conversación entre amigos: tantos sobreentendidos a partir de un léxico común que el extranjero debe jugar de intérprete para penetrar esas barreras. Eso hace rap al rap. “En la calle como linyeriar”, explica en “Internacional”.
Mir Nicolás se define “Esclavo de esta mierda, libre de vientre” en “Independiente”, y la forma en que rapea en 2017 es una demostración de libertad. Sus referencias reggaetoneras son joyas, se compara con Del Potro y con Messi y presume de “rescatar a un sinfín de turros y convertir bohemios” con su música. No solo presenta sus metas cumplidas, sino que saluda a todos los colegas que también se están moviendo, persiguiendo las suyas: “Poniéndole el pecho / Si estás comiendo, provecho / Ñero, estoy cumpliendo con hechos”, afirma en “Intratable”. Inventa palabras y esquemas, inventa flows. La forma en que atraviesa cada beat, como Ja Morant la defensa hasta llegar al aro, es notable: parece que se va a tropezar en su flow endemoniado, pero sale airoso para anotar, sea con una clavada espectacular o con una bandeja acrobática.
Me encontré con Mir Nicolás a la salida del concierto de Roc Marciano en Madrid. Olvidé las palabras que nos dijimos, pero recuerdo su sonrisa, como si no acabara de creer lo que acababa de vivir, o no acabara de aterrizar. Ahora se presenta como un joven “Rahkeim Calief”, el nombre de pila del rapero de Long Island, y esta es solo uno de varios momentos en los que se permite celebrar su momento actual. “De la nada saco petróleo, soy еl Líbano”, afirma. “Reyes del funk, del Detroit y el drumless”, rapea en “Independiente”. Y cuando se condecora a sí mismo como el mejor de todos, el dueño del jugo y la compota, en “Intratable”, se siente justificado, luego de un 2024 excepcional.
La producción de 2017 actualiza el boom bap al que acudieron sus primeras colaboraciones. Ahora las atmósferas son drumless, perfectas para que ambos desplieguen todas sus rimas en paisajes bellísimos. Como toda buena conversación con los amigos, los temas no tienen tema, el vaivén es un viaje por todos sus pensamientos, pero Nico Miseria se encarga de volver a ese momento seminal. Si ese primer encuentro en 2017 configuró el futuro, como afirma el español, las siete vueltas al sol que pasaron desde entonces solo aumentaron su poder (“Iconoclasta”). Además de los beats y las barras, hay un alma fulgurante en 2017, un poder que nos habla del potencial que tienen los discos en los que dos países, dos ciudades, dos barrios, se unen para rapear en español.
Quizás el detalle es menor, pero me enternece lo mucho que Miseria quiere a Mir: con 2017 pienso en todos los amigos con los que el rap nos unió, en tantos países distintos. A ellos también quisiera hablarles, como hace Nico Miseria en “Intratable”, de la magia que aún cargo en los dedos, de los océanos y las fuerzas que nos separan, de cómo los siento cerca con los temas que les gustan. Cuando nos volvamos a ver, sea en Medellín, en Buenos Aires, en Lima, en Madrid o en Nueva Yok, recordaré estos versos de “Internacional” que suenan como una profecía para todos los que extrañamos a nuestros hermanos del rap: “Lo prendimos hace siete años no es extraño que volvemos / Se rompe el océano, se vuelven melómanos los que son ateos”. A todos mis amigos: volveremos.