Ni movies ni cadenas: cosas que valgan la pena
Bad Bunny redefine sus prioridades y vuelve a casa en DeBÍ TiRAR MáS FOToS, una exploración de la historia musical y cultural de Puerto Rico y un punto de inflexión en su carrera.
Son esos nombres, no otros. En “LA MuDANZA”, el cierre triunfal de DeBÍ TiRAR MáS FOToS, Bad Bunny recuerda la historia de su familia: él es el hijo de Tito, el mayor de Benito, que manejaba un camión aunque soñaba con ser ingeniero; y de Lysi, la menor de las que se criaron con Doña Juanita luego de que sus padres se fueran. Son esas coordenadas, no otras: Tito y Lysi se conocieron en Almirante, pasaron por Morovis y en Bayamón vieron nacer a su primogénito. Se llamó Benito, como su padre, como su abuelo.
Bad Bunny se sorprendió en Mónaco: los carros de la Fórmula 1 eran mucho más rápidos en persona, así como Sofía Vergara era mucho más linda si la tenías de frente. nadie sabe lo que va a pasar mañana, de 2023, fue su regreso al trap y una ventana a su vida como estrella global, por encima de las fronteras. Él se encargó de señalar las grietas: “Me veo feliz, pero solo en fotos viejas / Dios me escucha, y dice: ‘Wow, ¿cómo este cabrón se queja? / Tantos logros que a veces ni se festeja’”, admitió en “TELEFONO NUEVO”. Se sentía solo incluso si cantaba para cien mil personas, y eso no lo remediaban ni un Rolex ni un Audemars Piguet, según contó en “NADIE SABE”. “Yo puedo mudarme de PR / Pero PR de mi alma nunca se podrá mudar”, concluyó.
DeBÍ TiRAR MáS FOToS, el octavo disco de Bad Bunny, dedicado a “todos los puertorriqueños y puertorriqueñas en el mundo entero”, es el regreso a casa luego de una temporada entre las colinas de Hollywood y los rascacielos de Manhattan. El viaje inicia con “NUEVAYoL”: un sample de Andy Montañez se fusiona con dembow mientras llueven referencias a Willie Colón, Big Pun y el tejido cultural nuyorriqueño. Luego de parar en Miami rápidamente, para la segunda canción Bad Bunny ya llegó a su destino. “Aquí nací yo y el reggaetón, pa' que sepa”, exclama en “VOY A LLeVARTE PA PR”.
Desde su debut X100PRE, de 2018, la nostalgia cubre la música de Bad Bunny como un cielo poblado por nubes, y quizás parte de su ascenso meteórico tuvo que ver con que trajo una nueva emoción al reggaetón: podíamos bailar y al tiempo extrañar lo que se nos había escapado. En DeBÍ TiRAR MáS FOToS las heridas amorosas que no acaban de sanar (“EL CLúB”, por ejemplo, una balada dinámica que muta en house) hacen parte de una conciencia aguda de todo lo que se lleva cada nueva página del calendario. De vuelta en Puerto Rico, Bad Bunny encuentra en la música tradicional de su país una raíz que lo centra, un terreno fértil para cantarle a todo eso que extraña y quiere proteger.
“Ya Bernie tiene el nene y Jan la nena / Ya no estamos pa' la movie y las cadenas / Estamos pa' las cosas que valgan la pena / Hey, pa'l perreo, la salsa, la bomba y la plena”, canta Bad Bunny en “DtMF”. Los nombres propios le dan un nuevo sentimiento de realidad a su música, y se contraponen al lujo insuficiente que buscó por tantos años. El nuevo rumbo pasa por el compromiso con el folclor borinqueño, que aprovecha para hacer explícito el norte del disco. Nunca había sido tan pedagógico como en DeBÍ TiRAR MáS FOToS, su presentación de lo que vale la pena. Y, con el rechazo a las cadenas, acá también resuena un grito de libertad.
En “BOKeTE”, una balada de despecho interrumpida por una percusión bachatosa, Bad Bunny esquiva esa vieja relación como si fuera un hueco en la carretera. Al New York Times le dijo que la canción guardaba una analogía política más grande, y si DeBÍ TiRAR MáS FOToS está siendo discutido como su disco más político es porque él ha señalado con insistencia hacia ese marco interpretativo, para que versos como “Un día vas a ponerte vieja, vas a mirar pa'trás y te vas a arrepentir / De que lo más real que has tenido en tu vida lo dejaste ir” encuentren un significado más allá de la tusa. Ya Kanye había hablado de Chicago como una mujer en “Homecoming”, y puede que Bad Bunny aplique la misma herramienta retórica en canciones como “TURiSTA”, un bolero bonito: “En mi vida fuiste turista / Tú solo viste lo mejor de mí y no lo que yo sufría / Te fuiste sin saber el porqué, el porqué de mis herida' / Y no te tocaba a ti curarla', viniste a pasarla bien / Y la pasamo' bien”. Es un gesto tan grueso como efectivo: a través de toda la comunicación alrededor de la música, entre entrevistas y las clases de historia de los visualizers de YouTube, te dice exactamente cómo leer su obra.
Entonces, salsa, bomba y plena. Me queda la duda de si lo que se aplaude es la ejecución o apenas la intención, pero en esta búsqueda Bad Bunny encuentra algunos de los momentos más interesantes de su carrera, más allá de que su voz se quede corta en comparación con la potencia de los grandes soneros. Los jóvenes de la escuela Libre de Música Ernesto Ramos Antonini, de San Juan, se encargan de toda la salsa, que inunda canciones como “BAILE INoLVIDABLE”. En “WELTiTA”, con Chuwi, Bad Bunny despliega una suerte de trap autóctono en el que sus dos mundos se juntan. La plena llega con Los Pleneros de la Cresta en “CAFé CON RON”, de los puntos más altos de estas fusiones dinámicas, llenas de movimiento: los códigos están en la montaña, y no van a bajar, tienes que ir a buscarlos. Estos colaboradores están activos en el 2025, no es música vieja si se sigue haciendo hoy. No es vieja si, como le dijo Bad Bunny al NYT, al escuchar las canciones jíbaras de Chuíto el de Bayamón, de hace casi ochenta años, se ve reflejado en ellas. Todos estos temas tienen en común un cambio de escenario radical, que se sintetiza bien en “PIToRRO DE COCO”. Ya no está en una discoteca entre botellas y pastillas, sino con su abuelo, que le da una botella para que pase su desamor.
El núcleo conceptual del disco respira en las últimas cuatro canciones. La metáfora de Puerto Rico como una mujer aterriza con contundencia en “LO QUE LE PASÓ A HAWAii”, que de inmediato pasa al panteón de temazos de Bad Bunny por su instrumentación que crepita como una hoguera, por su interpretación íntima y emocional, y por su denuncia anticolonial: “Quieren quitarme el río y también la playa / Quieren el barrio mío y que abuelita se vaya / No, no sueltes la bandera ni olvides el lelolai / Que no quiero que hagan contigo lo que le pasó a Hawái”. No es la primera vez que Bad Bunny plantea preguntas urgentes en sus temas (“El Apagón” y “Una Velita”), pero nunca forma y fondo habían coincidido como aquí. “LO QUE LE PASÓ A HAWAii” también carga con esa nostalgia general, que se extiende incluso a la portada: ¿quiénes son los que estaban en esas sillas que tuvieron que dejar su puesto? Cada espectador puede completar la foto con sus propias memorias añejas.
La alegría del regreso a casa se cristaliza en “DtMF”, un corte espacioso que se aviva con la percusión intermitente de una nueva mezcla de club y foclor. Vuelven los nombres propios y las coordenadas definidas, su territorio. “LA MuDANZA”, finalmente, empieza serena con esa estrofa autobiográfica y se anima cuando entra la salsa: “Aquí mataron gente por sacar la bandera / Por eso es que ahora yo la llevo donde quiera”. Y así remata: “De aquí nadie me saca, de aquí yo no me muevo / Dile que esta es mi casa donde nació mi abuelo / Yo soy de P fucking R”.
Los nombres propios, las coordenadas bien marcadas y las prioridades definidas marcan un punto de inflexión para Bad Bunny, con treinta años cumplidos. “Estás escuchando música de Puerto Rico, cabrón / Nosotros nos criamos escuchando y cantando esto”, afirma en “EoO”, mi favorita del disco: reggaetón asesino y clásico, un sacudón sísmico cortesía de Tainy que completa esa recta final. Los demás temas de reggaetón —“PERFuMITO NUEVO”, “VeLDÁ”, “KETU TeCRÉ”, “KLOuFRENS”— podrían intercambiarse por otros de su discografía y daría igual. Funcionan para saciar al mercado discotequero y para cederle la palabra a nuevos talentos como Rainao, Omar Courtz y Dei V. Pero el mismo Bad Bunny se encarga de que palidezcan comparados con los demás al llenarlos de esas referencias gastadas de relojes caros y reservar los puntos más vigorosos para el resto de la tradición musical puertorriqueña. ¿Qué dice eso sobre las posibilidades actuales y futuras del reggaetón?
Con DeBÍ TiRAR MáS FOToS Bad Bunny se aleja de la globalización de su propia figura, pero también de la de su género de cabecera: conoce bien cómo el circuito mainstream puede borrar todas las marcas de origen para volverlo un producto internacional maleable, desarraigado. Frente a esa marea homogeneizante, iza su bandera, pisa bien fuerte y pronuncia su nombre y el de su gente: son esos nombres, no otros.
imposible no ver el paralelo con Kendrick en GNX: también regresando a casa y colaborando exclusivamente con artistas locales relativamente desconocidos 🐐 🐐