No es que ToteKing odie, es que la gente miente mucho
Con ‘Búnker’, el rapero español debuta con un libro brutalmente honesto, que explora su vida, su libertad y su búsqueda de la verdad.
Con ‘Búnker’, el rapero español debuta con un libro brutalmente honesto, que explora su vida, su libertad y su búsqueda de la verdad.
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ToteKing te odia. Sí, pero no lo tomes personal, también me odia a mí. Sus discos son buenos porque abordan lo que odia, pero también odia hablar de lo que odia. Lo odia absolutamente todo, o eso parece indicar la introducción de Búnker, el primer libro del rapero español. Luego, cuando nos alejamos de la orilla y nadamos hacia el corazón del libro, nos damos cuenta de que no es así. Alerta de spoiler: el Tote no te odia ni lo odia todo, lo que pasa es que busca la verdad en un mundo mentiroso y, por eso, se rehúsa a hundirse en esa positividad postiza.
Publicado por Blackie Books a inicios de este 2020, Búnker es una colección de ensayos, memorias, reflexiones e incluso diario etnográfico. Así como puede roer una idea hasta dejar el hueso sin carne, el Tote también sabe cómo esbozar punchlines aforísticos. Es un libro fragmentado que va dando saltos en el tiempo y entre distintos temas, decantando experiencias y explorando conexiones que no son obvias a primera leída: así es como funciona la cabeza del Tote, “encadenando saltos e ideas ligadas entre sí que me invaden a gran velocidad y me hacen viajar sin descanso”. Es un libro brutalmente honesto. El peso que tiene cada palabra es el de la sangre y el sudor del Tote.
El rap está presente en Búnker, cómo no, pero es parte de la vida más amplia del Tote. Con el libro queda claro que su profesión no marca un non plus ultra: todavía hay tierra fértil más allá de las fronteras del rap. A él llega a través de la vida en la que sumerge en Búnker y no al revés. Más que discos de rap, sí aparecen constantemente libros. Son la forma del Tote de acercarse a distintos temas. Sus influencias son amplias, muchas de ellas latinas. En ese batiburrillo están Roberto Bolaño, Julio Ramón Ribeyro, Sergio Pitol, Jorge Luis Borges, Juan Villoro y César Aira; también están muchos más autores. Por ejemplo, para hablar de su TOC, coprotagonista del libro, invoca a Sergio Chejfec, y a partir de sus palabras coge impulso para narrar su experiencia.
Lo de los libros hay que notarlo porque son la fuente del talento del Tote para narrar Búnker. Es sencillo: para escribir bien hay que leer bien, y mucho. Este libro evidencia que el Tote es un gran lector, no solo por sus citas y referencias explícitas, sino por la elegancia y belleza que logra con sus metáforas, por ejemplo. Es incisivo: cuando expone que las ideas lo devoran, no se queda ahí: “Hoy van ya por el segundo plato, sacan la comida del horno de mi pecho”, continúa.
Su experiencia en las letras también se nota en cómo ejecuta su humor. Cuando hace generalizaciones sobre los estudiantes de Derecho, añade que “obviamente has leído esto indignado porque tú fuiste a Derecho y no eras así. Lo sé, pero me gusta generalizar cuando la balanza está inclinada un 90 por ciento de un lado. Cuando el cronómetro va por 00:55, yo ya cuento un minuto. El rigor científico lo dejamos para la vacuna del cáncer”.
Con una carrera de más de veinte años en el rap que lo ha ido confirmando como uno de los mejores rimadores de su país y de su idioma, ¿por qué hacer un libro? Porque tenía mucho que decir. Luego de que murió su padre — escuchen “Mi Colega” de Lebron (2018) — , el Tote quedó sin su mejor amigo, el que le había enseñado casi todo, con el que podía discutir sobre literatura. Entonces le escribió un correo a Enrique Vila-Matas, uno de sus autores de cabecera y así inició una correspondencia de ideas y referencias literarias. Fue Vila-Matas, que se encarga del prólogo de Búnker, el que animó al Tote a que escribiera más allá del rap. Empezó con un texto sobre su experiencia en Sudáfrica con los tiburones blancos y ante el ánimo que le daba Vila-Matas no paró hasta hacer este libro.
El libro consta de tres partes. “Viajar a tus recuerdos es buscar pelea”, “Os he follado a todos” y “«¿Te das cuenta, Totito?»”. En la tercera, algunos cabos se empiezan a atar mientras el Tote rastrea su cosmología hasta su padre. Su forma de pensar, de leer y de exigirle al mundo vienen de su padre. Es más, su forma de rapear viene de su padre y sus monólogos. Por eso se plantea como su relevo, por eso habla con el bafle mientras escribe sus rapeos como él discutía con la tele cuando veía noticias o partidos de basket. El peso del padre es tangible en cada palabra. Así lo reconoce el Tote: “Es fundamental: este libro no existiría sin la sacudida que supuso perder a mi padre en esta vida, y sin el empuje después de Enrique Vila-Matas que me ayudó. El libro no existiría si mi padre estuviera vivo, puedes contar con eso”.
Al leer Búnker, confirmamos lo que dice el Tote: el rap le dio libertad para expresarse, pero sus posibilidades van más allá. Búnker también es un elogio de esa libertad y, sobre todo, de su búsqueda constante que mantiene el brillo en sus ojos pasados los cuarenta años. A través de esa búsqueda de libertad, Búnker también escenifica la reconciliación del Tote consigo mismo. No odia tanto como él pensó o pensamos nosotros al inicio del libro, lo que odia son los manuales de instrucciones y el paso del tiempo que hizo que su padre muriera.
Sobre todo esto, sobre Búnker, hablé con ToteKing:

¿Cómo te sentiste con la escritura en prosa?
Sorprendentemente, se me dio bien. No sentí unos bloqueos ni unas complicaciones más allá de ser un novato con el estilo y cosas de las que me fui dando cuenta a medida que escribía más. Los últimos textos siempre superaban a los primeros, entonces tenía que revisarlos continuamente. Sobre todo, me di cuenta de que tenía una naturalidad en el ritmo.
También me lo notaron en la editorial y mis amigos que leen y podían darme opiniones válidas. Me decían que era ameno, que se leía bien, pero sin que fuera algo ultra fácil. Entiéndeme: hay cosas que se leen muy fáciles, pero es que son bobas. No, ellos veían cierto peso. Yo lo notaba, lo que pasa es que es muy feo hablar de la prosa de una mismo, igual que ponerte a definir cómo son tus canciones, deben hacerlo los demás. Sí notaba que tenía cierta agilidad.
Igual estaba debutando, y es como cuando estás preparando tu primer LP o tu primera demo. Estás a tope y soltándolo todo. Me sentía como cuando estaba grabando Duermen o con La Alta Escuela, ¿sabes? Con esa energía, broder. Era una locura. Ha sido un renacer. Y bueno, pues estoy lanzado, hermano. Llevo sesenta páginas de una novela de ficción. Es una aventura apasionante.
En el prólogo, Vila-Matas habla de que tuvo que convencerte de que te convencieras de que estabas listo para afrontar los peligros de escribir. ¿Qué te detenía? ¿Cómo te convenció él?
El miedo de hacer una cosa que no estuviese a la altura, sobre todo sabiendo lo que se ha escrito ya en el mundo. Hay mucha gente que escribe y se lanza a la piscina sin ningún tipo de miedo porque realmente no leen y no saben dónde está el nivel ni lo que se ha escrito antes. Es como si una persona estuviera jugando con un balón de fútbol a darle patadas con el pie a meterla en un aro de baloncesto y después llegase un tipo como LeBron James y te dijera No, en este deporte no se mete el balón con el pie, se bota con la mano y se tira: te voy a enseñar cómo es. Esa persona diría Ostia, ¿qué pasa aquí?
Mucha gente escribe con esa valentía porque no lee, pero yo leo mucho y no quería debutar para ser una mierda. Tenía que agarrarme a un sentimiento muy puro, muy de verdad, a algo que de verdad me agitase. Necesitaba una sacudida, un empujón grande. No de que me dijeran Venga, Tote, créetelo, puedes escribir, sino de que a mi vida le pasara algo. Así pasan las cosas. Las grandes canciones que yo he escrito también han sido así: con sacudidas que da la vida y momentos que te han pasado; una ruptura, un desenlace de algún tipo.
Entonces, ¿qué pasó? Pues que mi padre falleció. Cuando él enfermó a mí el mundo se me vino encima. Creía que me moría. Eso estaba ya plasmado en Lebron en el tema de “Mi Colega”. Cuando mi padre me faltó apareció Enrique Vila-Matas justo por la misma época. Empezamos a hablar y a comentar libros y él me dio un cariño que yo necesitaba, porque con mi padre siempre hablaba de literatura. Enrique me recomendaba libros y los comentábamos. Supongo que fue la gran sacudida de lo de mi padre, mezclado con la amistad con Enrique, y que él me pidió un texto pa’ su web y me dijo Tío, te voy a pedir un texto, anímate. Yo le dije que no dos veces hasta que él me dijo Venga, de verdad, anímate, no pasa nada. Si no te gusta, no lo publicamos.
Fue ese empujón. Un día estaba sentado leyendo un libro y de repente me levanté de la silla, abrí el ordenador y sin darme cuenta estaba empezando a escribir. Fue mágico, te lo prometo, fue como la primera letra que hice en mi vida en La Alta Escuela.
Citas a César Aira, en Evasión y otros ensayos, cuando dice que “El precio que hay que pagar para tener todos los problemas resueltos es vivir vidas estereotipadas”. Se siente como si de ahí viniera parte de tu odio inicial que planteas en la introducción — y que se va trasformando a medida que el libro avanza — . En tu caso, por no vivir una vida estereotipada, que es una gran lucha que aborda el libro, pagaste el precio de afrontar varios problemas, ¿no?
Me encanta esa cita. Tampoco estamos descubriendo nada, pero es cierto. El odio del principio viene un poco de ahí. La cita de Aira dice una cosa y el capítulo de “Odio” dice otra. El capítulo de “Odio” es un arranque que define cómo me sentía cuando mi padre falleció: completamente enfadado con el mundo. Y es un enfado que yo he ido arrastrando durante mucho tiempo, no solo se debe a lo de mi padre: por muchas cosas que me cabrean y porque soy un tío negativo y pesimista, aunque después en la vida soy un tío feliz y absolutamente normal. Lo que no voy es de positivo y happy flower cuando la vida no es así.
La cita de Aira va más en consonancia con mi tema de “Bartleby”, con lo “fácil” que resulta llevar una profesión normal, dedicarte a ella ocho horas al día, terminar, que tu cabeza desconecte, irte a tu casa, disfrutar de tu familia, descansar, ver una película, hacer un viaje, tener vacaciones, la navidad, las cuatro fechas de fiestas y a trabajar otra vez: el bucle, la rueda. Un día te mueres y se acabó tu vida. De cierto modo, yo siempre tengo ese dilema sobre qué es mejor, porque realmente mi profesión es un tormento. Una persona que trabaja en un oficio normal y corriente echa sus horas y trabaja duro físicamente. No me puedo comparar a ellos en ese aspecto, pero mi trabajo no acaba nunca: estoy continuamente pensando ideas, enfermo y obsesionado, grabando canciones sin parar, dando conciertos sin parar, sin poder darle un descanso a la cabeza nunca. Eso acaba enfermando a mucha gente y nuestra profesión ya sabes cómo es. Encima el que se pasa con las drogas se vuelve ya loco. Yo creo que no estoy loco del todo porque no me he drogado demasiado.
El dilema ha estado ahí, en cómo se vive mejor. Al final, uno hace lo que sabe hacer y lo que el cuerpo le llama, y te estoy diciendo esto y ya estoy metido en otro libro, grabando canciones, preparando videoclips. En fin, es una vida loca, tío. Uno podría tener muchos de los problemas resueltos si viviese una vida un poco más estereotipada, más normalita.
De esa forma, el libro también lo siento como una búsqueda de libertad. Es potente esa escena cuando relatas cómo es cuando te encuentras con un compañero de colegio que se ve veinte años mayor de lo que es, mientras tus ojos conservan el brillo de una persona veinte años menor. Es esa libertad que te permite desmelenarte, pero en tus términos; esa búsqueda de no obedecer, de arriesgarte, y resultaste ganando la lotería. Sin embargo, el de “libertad” es un concepto manoseado, se usa para todo. Entonces, ¿cuál es tu definición de libertad y cómo la buscas y la logras en tu vida?
Qué bonita esa visión de la libertad, es cierta. También es ambigua, porque no se alcanza nunca, ni se puede definir. Hay pequeñas libertades que uno se toma, dentro de que todos pertenecemos a un sistema. No me quiero poner conspiranóico, ¿no?, pero todos pertenecemos a una rueda que gira y somos prisioneros. Nadie es libre, aunque un tipo tenga veinte yates y doscientas mansiones; quizás él sea menos libre, aunque eso también es un cliché, pero bueno. Hay pequeñas libertades, y una de las que más orgulloso me siento ha sido la de tener el valor suficiente de dedicarme a lo que yo creía que podía hacer, que era escribir.
Siempre supe que mis letras tenían algo, la gente me lo decía y yo lo notaba. Como cuento en Búnker, siempre que estaba en las discotecas viviendo una vida estereotipada, y cumplía con mis amigos, amigas y novias, me enfadaba porque no pegaba. Muchas novias y amigos de la época te lo podrían confirmar. Me cabreaba, y cuando me preguntaban yo les decía que es que estaba perdiendo el tiempo. Pero, tío, disfruta, relájate, baila en la discoteca, coño, estamos aquí, es viernes, bebe, celebremos. No tenía ganas de celebrar, ¿sabes por qué? Quizás sea un poco obsesivo, pero me ha pasado desde pequeño: no me gusta perder el tiempo, porque quiero disfrutar yo. Quería disfrutar de la música que yo pinchara, descubrir a grupos por mí mismos, no los que me pinchara un DJ en una discoteca. Quería descubrir los libros, la música y el deporte que me emocionaban y cuando yo quisiera. Quería rapear cuando yo quisiera y hacer las cosas a mi manera.
Intuía, de joven, que esa vida no era para mí. De hecho, huí de eso y de todos los que me decían que la vida era por ahí. Huí de lo que me recomendaban mis padres, los entrenadores del equipo, mis amigos, mis antiguas novias, mis antiguos amigos, mi gente de la facultad. Tuve la capacidad de elegir, me jugué la lotería y me tocó. Tuve suerte: hay mucha gente que tiene más talento que yo y no le ha tocado. Sí, esa búsqueda de la libertad es de las poquitas cosas de las que me siento orgulloso en mi vida. Me han llamado “raro” toda la vida por hacer cosas distintas, por no estar con la mayoría de la gente en muchas cosas, pero al fin y al cabo he tomado una decisión y, mira, no me ha salido tan mal.
Hay un arrepentimiento que enuncias, y es el de haberte machacado por seguir adelante en el rap y haber dejado atrás a Paco, Juaninacka, Juanma y tu hermano. Eso sí, te alivia que no fue por dinero. En todo caso, ¿qué más sacrificios has tenido que hacer en la música y en la vida para llegar a tu lugar?
Sí, frente esos sacrificios que hice como dejar atrás a mi hermano cuando hice el Música Para Enfermos, me tranquiliza saber que no los hice por plata, sino porque tenía ganas de hacer música solo y de tomar mis propias decisiones, ¿no? Y tener mis ritmos. Es una cosa obsesiva, me gusta mandar a mí. No me gusta la discoteca porque no me gusta que me digan la música que debo oír ni bailar. Me gusta ser el DJ en mis fiestas, en el estudio, cuando estoy acá con cinco amigos. Sé que soy un poco dictador, pero yo quiero mandar. Cuando me separé de La Alta Escuela o de mi hermano, no fue por diferencias, sino porque me gusta mandar a mí: decidir cómo se va a llamar la canción, de qué va, la instrumental, cuándo se saca, qué tipo de videoclip llevará. Ese tipo de decisiones no me gusta compartirlas. Soy un poco egoísta como artista, y lo asumo. No hay ningún problema. He tenido que hacer muchos esfuerzos en mi vida: tragar con discográficas, managers, artistas, colabos, con cosas que no me gustaban y que hice por seguir en el curro.
El libro presenta un balance entre un nivel alto de confianza, el ¡Os he follado a todos, cabrones! de cuando escuchaste con Hozone Un Tipo Cualquiera, y las dudas de ¿Qué hago yo aquí? ¿Por qué elegí esta profesión siendo una persona tímida desde pequeño? antes de un concierto. ¿Cómo llevas eso en una carrera de más de veinte años?
Esa misma pregunta me la hago yo: ¿Cómo coño puedo llevar más de veinte años saliendo ahí a conciertos siendo un tío tan tímido como soy y con mis problemas de voz y de confianza? No lo entiendo. Es lo que tú dices, es muy bipolar. Ostia, os he follado a todos, qué discazo he hecho, cabrones y dos días más tarde le estoy diciendo a mi novia Vaya mierda, ya no me gusta, creía que era más bueno de lo que era. Sí, tío, es un amor/odio y una alegría/tristeza continua durante veinte años. No sé, no tengo la respuesta, no sé cómo carajos. Supongo que esto responde al engranaje, a la rueda, al seguir ahí. Supongo que un panadero que se levanta por la mañana y tiene que ir hacia sus masas de pan pues dirá Ostia, otro día más, me tengo que levantar a las seis de la mañana y coger las masas, hacer pan, luego venderlo. Pero a lo mejor otros días le encanta y abre su panadería y dice Coño, ¡qué bien huele! Me encanta el olor de la masa recién hecha. Mira, mientras el pan se hornea, me pongo música y miro mi correo electrónico, me alegro. Mira qué buena mañana. Supongo que todo el mundo se busca su manera de seguir viviendo, porque muchas veces trabajar es vivir.
El libro es implacable contra le estupidez, y planteas que ahora somos más idiotas que antes. ¿Qué crees que es lo que nos hace más idiotas hoy? ¿Crees que tiene remedio?
Creo que no tiene remedio, pero va con el avance inexorable del ser humano: comérselo todo hacia adelante, con la excusa de la tecnología; destrozarlo todo a nuestro alrededor y empobrecer el planeta. Crecer y crecer como un tumor. Para allá vamos. ¿Que es catastrofista? Sí. ¿Que es real? También. Puede ser cliché, pero es real. Se puede medir: nos estamos cargando todo con la excusa de que hay que ir a más. Y te digo esto y mañana cojo un avión a Colombia y me estoy tomando una cerveza contigo, o sea que hemos avanzado. Un avión es la polla, increíble, hemos mejorado como raza.
Pero la estupidez de la que somos capaces, y que va creciendo con los años, es exponencial. Va a una velocidad alarmante. Quizás esto pueda interpretarse como el típico cliché de que yo estoy viejo, y de que los viejos ya pensamos eso de los jóvenes. No pienso esto de los jóvenes, todo lo contrario: los jóvenes me parecen más preparados que nosotros. La estupidez la tenemos los que somos más viejos. Somos absolutamente todos, y seguimos en la rueda y reventamos al planeta porque queremos más, porque es lo que nos han enseñado. Esa es la estupidez que tenemos, y cada día es más grande.
Si a lo largo del libro eres despiadado con los demás es porque primero empiezas contigo, como ya sugerías en “Mira Como Tiemblan”. Al inicio dices que también te odias a ti mismo, y conforme el libro avanza te despedazas. ¿Cómo es despedazarte en un texto y publicarlo?
Tío, me lo han dicho mucho, pero fíjate tú: yo no creo que me despedace. No me siento expuesto. Creo que ahí es donde está la belleza: en esa honestidad y verdad que despiertan admiración en los demás. Por ejemplo, cuando la gente dice Es que odias mucho, no eres capaz de hablar de las cosas que te gustan. ¿Qué te gusta? Despedazarte. Bueno, lo que para vosotros es despedazarse, para mí no lo es, tío. Para mí esa es la búsqueda de la belleza. Ser capaz de decir la verdad, esa es la belleza para mí. No que un tío me venga a cantar en un festival una canción que dice Si todos nos unimos, los corazones… ¿entiendes lo que te digo? Eso no es verdad.
Aunque de puertas pa’ fuera parezca que me estoy despedazando o que estoy abriéndome en canal, en realidad estoy buscando la verdad. Y buscar la verdad es belleza. Punto, tío. Punto. Por eso cuando en mis canciones digo cosas que parecen ofensivas o depresivas o pesimistas, cuando mi punto de vista es crítico, es porque estoy buscando una verdad. Si vengo de ver un documental en Netflix como el que te he contado antes del judío que violaba niñas, pues tengo que contar esa verdad. Levantarte por la mañana y ver un día precioso con el sol en el cielo es verdad, y que eso tiene belleza, pero no tengo capacidad para hablar de eso, por eso no lo intento. Pero sí se buscar esa verdad en mí, sí soy capaz de ser honesto y de decir, como en temas antiguos, que me quedo sin voz, soy inseguro y tengo TOC, y no pasa nada. En el libro es lo mismo, busco esa verdad. Hay belleza ahí, porque a ti te ha gustado, ¿no? Se nota. Entonces misión cumplida.
El final del libro se siente como una reconciliación contigo mismo, una forma de hacer las paces en la que entiendes que no te odias y ni odias al mundo tanto como al inicio sugieres. ¿El libro ayudó a esa reconciliación o es solo una manifestación de ella?
El libro ayudó muchísimo en esa reconciliación. Muchísimo. En ese capítulo final de la reconciliación, aunque suene cliché, yo estaba con las lágrimas saltadas escribiendo mi propio texto, emocionado y conmovido. Realmente estaba sintiendo eso. El libro fue una catarsis y una liberación. A mí no me gusta que la gente piense que soy un pesimista o un depresivo, o que en mis letras doy caña a todo el mundo o que soy muy pedante. No es así, tío, no es así: soy un tipo normal. Lo que pasa es que la gente que va de bienqueda en la música es mentirosa, y yo no lo soy, no sé mentir y no me gusta. Hay gente que miente muy bien y son los que se llevan la medallita de oh, ¡qué auténtico! Mira cómo habla del hip hop y la positividad que tiene. No nos engañemos. El libro me hizo dar cuenta de que no era ese odiador. No lo soy, tío, es que no lo soy. En mi día a día no lo soy, nadie me aguantaría, ni mi novia que lleva once años conmigo.
Si te fijas, en el último capítulo digo que no odio el rap, como dije en el intro: que lo que odio es el puto manual de instrucciones que uno debe seguir para hacer rap. No hay odio. Es como en mi música, parece que hay odio y que estoy siempre quemado, que digo las cosas sin filtro, que soy bruto, que critico todo. Hay gente que no tiene visión y lo interpreta como egocentrismo, como mira qué chulo es el Tote que siempre lo critica todo y se cree mejor que los demás. Eso es verlo de una manera ultra pobre, porque nada está más lejos de la realidad. Yo nunca me siento más que nadie, todo lo contrario: siempre me he sentido con poca autoestima.
No odio, tío, lo que pasa es que la gente miente en la literatura, en el arte, cuando están vendiendo la ola de positividad rancia y mentirosa. La gente parece que tiene mucha capacidad para hablar de las cosas que ama o de que ama muchas cosas, pero después, cuando se apaga la luz y estás en el camerino con ese artista que es tan positivo, no es así. Y después, cuando se cierra la puerta, y estás con ese escritor que es capaz de escribir un libro precioso de autoayuda o de coaching diciéndote que la vida es bella y que merece la pena vivirla, esa persona no es así y lo que quiere es dinero, ¿entiendes? No es que yo odie, es que la gente miente mucho.
Cuando uno deja de mentir se da cuenta de que el discurso natural y humano es brusco, y en muchos casos debe de ser pesimista, ¡porque el mundo en el que vivimos no es tan guay, tío! Hay gente que se fija en un atardecer precioso y estoy yo que ayer me puse el documental en Netflix de Jeffrey Epstein, del judío este pedófilo, y me amarga: me mata saber que mientras tú y yo hablamos ahora mismo haya famosos ricos que estén violando niñas. ¿En qué cojones de mundo vivimos? Depende de dónde focalices, pero creo que hay cierta mentira en esa positividad. Ya sabes cómo soy.
El libro me hizo sentir el viaje, darme cuenta de que puedo ser un cabrón cuando tengo que decir la verdad, pero que en el fondo hay belleza y amor.