Soundbombing II logró unir el mainstream y el underground
Recordamos la importancia de este disco de Rawkus, que cumplió veinte años.
El siglo estaba acabando y el rap pasaba por un momento, digamos, particular. Era 1999 y P. Diddy se estaba saliendo con la suya: los trajes brillantes estaban por doquier. El rap ya estaba consolidado como industria y estaba generando plata, mucha plata. Por eso la costa este, con Bad Boy Records y Jay-Z como cabezas de la lanza, estaba creando mucho rap sobre la mucha plata que ganaban. Más al sur, Cash Money Records y No Limit estaban a fuego. Si el rap es asociado con derroche inconsciente, esta época — cuando el pop y el rap fueron definitivamente uno — tiene mucho que ver.
Por otro lado, el rap underground mantenía un enfoque pesado en letras, con juegos de palabras, metáforas y demás características de una buena letra de rap. Pero a esa onda le faltaba el alcance y peso que sí tenía el rap más superficial. Por eso, el backpack rap no siempre era tomado en serio en un juego en el que el peso comercial y los números seguían siendo indicadores centrales. Ese mismo juego era criticado por las rimas multisilábicas y sin coros del rap underground. El panorama estaba dividido, ningún lado tenía la propuesta completa de contenido y alcance.
En mayo de 1999, hace 20 años, Rawkus Records publicó el Soundbombing II, un clásico que logró cerrar ese cisma entre la potencia del underground y el alcance del mainstream. J-Rocc y Babu de los Beat Junkies fueron los curadores del proyecto, que funciona más como un mixtape que como un álbum. Había grandes nombres, como Eminem; reyes intermedios, como Mos Def, Common, Talib Kweli, Sadat X y Grand Puba; y grupos de culto con perfil más bajo, como Company Flow. Con énfasis lírico, Soundbombing funcionó también como un flujo de graffiti oral que reflexionaba sobre cómo estaba el hip hop.
Además, el Soundbombing II propulsó una racha excelente para el indie rap que consolidó a Rawkus como un sello histórico. En ese 1999 lanzarían proyectos de Company Flow, DJ Spinna, The High & Mighty y, en octubre, las dos bombas en semanas consecutivas: Black On Both Sides de Mos Def e Internal Affairs de Pharoahe Monch. Ya venían publicando discazos: Rawkus había lanzado el clásico del underground Funcrusher Plus, de Company Flow, en 1997, así como el primer Soundbombing. En el ’98 nacieron la compilación Lyricist Lounge Vol. 1 y otro clásico: Mos Def & Talib Kweli Are Black Star.
Rawkus era el sello del underground por excelencia y a la vez logró un éxito comercial significativo. El Soundbombing II entró a la clasificación de Billboard en el número 30 y, en general, Rawkus vendía apróximadamente 50.000 vinilos cuando lanzaba uno en esa época, un número enorme. Otros sellos indie subsistían vendiendo vinilos de 12" y algunos CDs a través de sitios especializados o tiendas como Fat Beats; Rawkus contaba con la ventaja de tener un financiamiento amplio, que les permitía invertir en publicidad y prensa, así como presencia en grandes publicaciones. En MTV y demás canales similares salían videos de los sencillos Rawkus, algo con lo que otros sellos independientes como Stones Throw o Rhymesayers no podían contar.
Es un disco ambicioso y largo (27 tracks, 71 minutos) el Soundbombing II, más de hip hop que de rap mismo. Se siente como una celebración de la cultura, de todos sus elementos, y de las canciones destila una sensación de comunidad, competición y respeto, junto con un entendimiento de la historia del hip hop y sus posibilidades. La sensación de fiesta de rap se debe también a los intros de las canciones, que cuentan on voces de gente tan tesa como Kid Capri, Marley Marl, Pete Rock, J Live, Prince Paul y Q-Tip. Eso le da continuidad al disco y hace que se sienta como un gran mixtape en vivo. Los scratches de los DJs cambiando de tema y un MC anunciando qué estamos escuchando solo solidifican la narrativa de esta chimba de disco.
Además de los MCs estelares, la producción también era de primer nivel, con Da Beatminerz, Diamond D, Hi-Tek y Nick Wiz entre los responsables del sonido. Todo se dio para que fuera un disco para la historia, un punto legendario del hip hop independiente que no se guiaba (unicamente) por lógicas comerciales o de inmediatez y masividad.
No se pueden citar todos los puntos altos del disco, pero sí los más significativos. Eminem empieza con fuerza en “Any Man” (una de las mejores canciones de su carrera, pienso), rimando con humor travieso y estructuras complejas, demostrando ser un rapero técnicamente impecable. El hip hop toma fuerza con “B-Boy Document 99”, lleno de breakdance y graffiti, por The High & Mighty, Mos Def y Mad Skillz, quienes representaban distintas zonas de la costa este. En “WWIII”, Pharohahe Monch, como Eminem, representa el estilo underground que tanto gustaba: rimas complejas que traban lenguas, múltiples juegos de palabras.
Uno de los mejores temas del Soundbombing II es “Crosstown Beef”: producida por Posdnuos, de De La Soul, muestra a Medina Green y Mos Def contando historias. La de Mos Def, en particular, es brutal: se encuentra con un amigo de la infancia en una fiesta y, minutos después, su amigo muere en un tiroteo. Le sigue “7XL”, y Gran Puba y Sadat X la rompen , como era de esperarse. “Chaos”, de Talib Kweli y Bahamadia sobre un beat sutil de Hi-Tek, es increíble, quizás la mejor de todas. Suavemente ambos MCs escupen sus rimas llenas de llamados a la consciencia y construyen un espacio sonoro del que nunca quisiera salir.
Common brilla en “1999”, otra vez sobre un beat de Hi-Tek, rapeando introspectivamente, y Sadat X lo complementa. El disco se va acercando a su final con “Every Rhyme I Write”, un tema en el que Smif n Wessun rapean afiladamente sobre un beat de Nick Wiz. Termina Soundbombing II con “On Mission” y un Talib Kweli agresivo y contestatario, rapeando más que un putas.
Y eso es Soundbombing II: una compilación de rap, pero también una invitación a una fiesta de hip hop, un tanto alejada de las principales luces pero con la fuerza necesaria para quemar y brillar. Con rimas potentes, beats brutales y una sensación acogedora a lo largo de la hora larga que dura — quizás su único posible defecto es lo largo que es — , es claro que es un discazo. Pero cuando se tiene en cuenta su impacto y el momento histórico en el que surgió, la conclusión es inevitable: este es un clásico del rap.